La conectividad ecológica, es decir, la capacidad de los seres vivos de moverse de un lugar a otro, dispersarse, conectar sus poblaciones y, también mover materia, energía e información entre los diversos espacios que utilizan, se ha convertido en los últimos años en un concepto de gran alcance en la conservación de la naturaleza. Se trata de un concepto de gran potencia a la hora de articular las diferentes estructuras y procesos que enlazan entre sí los distintos ecosistemas y los elementos del paisaje. La conectividad, convertida en el alma de una emergente disciplina, la ecología del paisaje, está demostrando ser de gran ayuda en el diseño de diferentes actuaciones de restauración ambiental y gestión de espacios protegidos. La necesidad de una continuidad física, que soporte los procesos que mantienen el funcionamiento de los paisajes, más allá de ser una entelequia o un modelo teórico, ha ido ganando una consistencia que hoy resulta indispensable, por ejemplo, a la hora de luchar contra la fragmentación del paisaje, uno de los grandes procesos de degradación impulsado por el cambio en los usos del suelo y el enorme impacto de las infraestructuras que enlazan entre sí los ecosistemas más urbanizados.

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La sociedad invierte un enorme esfuerzo en garantizar la conectividad de las poblaciones a todos los niveles, favoreciendo la movilidad y el desplazamiento de las personas, el abastecimiento de materiales y energía, el intercambio de bienes y servicios o el acceso global a la información. Esta conectividad social y económica, esencial para el desarrollo de nuestras ciudades, corre en paralelo con la conectividad ecológica, esencial para mantener el funcionamiento y el valor de los ecosistemas. Por ello, su importancia y la de los corredores ecológicos, que constituyen su expresión física, trasciende el ámbito de la ecología e incluso la transversalidad del medio ambiente para enfocarse directamente en el corazón de la planificación territorial. El reto consiste en superponer los dos modelos de conectividad, la ecológica y la social, desarrollando la plena funcionalidad de ambas con un mínimo de interferencias entre ellas. Además, es importante tener en cuenta que cuando la actividad socioeconómica secciona los corredores e interrumpe la conectividad ecológica, no sólo se ven afectados los procesos que garantizan la integridad de los espacios naturales y los ecosistemas más valiosos, sino también la capacidad de interrelación entre estos espacios y buena parte de la propia sociedad. Y por interacción no entendemos solamente la visita o el acceso a estos lugares, sino la facultad de comprenderlos y de usarlos de forma sostenible. Al promover la continuidad de los elementos del paisaje: ríos, bosques, espacios agrarios, setos o pastizales promovemos una base territorial que favorece la aparición de relaciones variadas y complejas entre la sociedad y el paisaje y que pueden permitir tanto la conservación de los procesos naturales como su acercamiento a las personas que viven en su entorno.

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El diseño de un modelo territorial coherente resulta especialmente útil en el entorno urbano, donde un contacto adecuado con naturaleza puede proporcionar importantes servicios a la población, promoviendo mejoras sustanciales en la calidad de vida, la salud, la cultura y el ocio, entre otros aspectos. La incorporación de la conectividad ecológica y los corredores a la planificación territorial y urbana es un reto apasionante y cargado de futuro. Las ciudades se preparan para recibir a la naturaleza con infraestructuras verdes y espacios abiertos enlazados, para cultivar y consumir su propia comida y reorganizar sus flujos alimentarios a partir de huertos urbanos y una agricultura de proximidad, para incorporar la naturaleza al diseño urbano con cinturones y cuñas verdes, para promover calles, azoteas y edificios preñados de huertos y jardines y a mantener un contacto continuo con la naturaleza. En la base de este nuevo modelo, los corredores ecológicos soportan la infraestructura verde que enlaza la ciudad con el paisaje del que forma parte.

De todo esto (y mucho más) hablaremos en el próximo Seminario Internacional sobre corredores ecológicos y planificación espacial, organizado por el Instituto Universitario de Urbanística de la Universidad de Valladolid, en colaboración con la Fundación Entretantos y el Centro Buendía, que se celebrará en Valladolid, los días 22 y 23 de septiembre y en el que participan destacados especialistas españoles y franceses. La página web del Centro Buendía completa la información sobre este curso con una programación y las instrucciones para matricularse.

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