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Es tiempo de cambio.

Cambios económicos y políticos, personales y colectivos. Cambios que, en muchos casos, nos desbordan y superan, generan miedo y confirman la sensación de que nos hallamos no solo ante una crisis coyuntural, más o menos larga y dura, sino ante un auténtico cambio de ciclo, el fin de una etapa.

Los viejos patrones parecen haber llegado a su punto culminante y, simultáneamente, nos han legado una ingente serie de consecuencias que aún no conocemos en toda su dimensión. Esto es patente no solo en la economía o en la política, sino en ámbitos tan diversos como la distribución de los recursos, el empleo, la gestión del medio, la energía, la agricultura, la alimentación, el clima, la movilidad, la escuela, …

Es necesario, más que nunca antes, un cambio de modelo y un cambio de mirada. Un nuevo paradigma, como repiten insistentemente algunas voces.
En entretantos creemos que este momento requiere formidables cantidades de reflexión y un esfuerzo mancomunado. Un tipo de reflexión que nos permita analizar con rigor tanto el pasado como la situación actual y un esfuerzo que nos permita acceder, colectivamente, a un lugar mejor del que venimos. Que nos impida repetir los mismos errores o volver a transitar viejos caminos, cuyo destino no deseamos compartir.

Pensamos que es tiempo de aglutinar ideas y generar otros modelos de gestión de lo colectivo. Repensar lo que deseamos hacer con nuestro presente y futuro común y dar pasos firmes en otra dirección. Para lograrlo, creemos indispensable abrir en la mayoría de ámbitos posibles, espacios de participación que nos permitan reinventarnos. Hablamos, obviamente, de las políticas públicas y de los planes, programas y proyectos que desde éstas se promueven. Pero también de la gestión de los centros educativos, de los centros de investigación, de las ciudades y pueblos, del territorio, del barrio, de la actividad económica… Participación a todos los niveles y en todas las escalas.
Y sucede que la participación, obviamente, no es solo responsabilidad de las administraciones o de la dirección de los diferentes centros e instituciones, aunque sin duda lo es. Es responsabilidad de todas y todos, que deberíamos procurar ir saliendo de este estado de shock en el que parece que nos estamos instalando, y apostar firmemente por reinventarnos y adoptar un rol activo en la construcción de otra realidad, ya que ésta no parece dispuesta a satisfacer nuestras necesidades y anhelos personales y colectivos.

En cualquiera de los casos necesitamos capacitarnos para participar –aprender a debatir, crear y decidir juntos- y, no menos importante, atrevernos a creer que de esta forma podremos generar algunos de los cambios que necesitamos y, en el camino, mejorar como personas y como sociedad.

Trabajo arduo el que tenemos por delante. E incierto, es evidente.

Pero también, sin duda, apasionante.

Javi14

 

Javier García _ fundación entretantos