La posibilidad de poner en marcha la técnica dela fractura hidráulica para extraer gas natural, conocida popularmente como “fracking“, ha generado una gran conflictividad en distintos territorios peninsulares en los últimos años. Esta forma de extracción, importada de EEUU (si bien prohibida en algunos de sus estados, como Nueva York y Carolina del Norte), planea sobre amplias comarcas de comunidades autónomas como Castilla y León, Euskadi o Aragón. Otras, como La Rioja o Cantabria, han mostrado públicamente su oposición institucional a esta técnica y han promovido normas para impedir su desarrollo en sus respectivos territorios. Y algunas provincias, desde sus diputaciones, han declarado sus territorios como “libres de fracking”.
También algunos países europeos, como Francia,Irlanda,Bulgaria, Rumanía, Chequia, así como algunos estados alemanes o suizos,han declarado moratorias o prohibiciones a esta técnica. Pese a que el Parlamento europeo plantea grandes interrogantes sobre la misma, no ha desarrollado una normativa específica que la regule y que estipule las condiciones y restricciones oportunas, no habiéndose incluido tampoco en la reciente modificación de la Directiva de evaluación de impacto ambiental.
En España, el Congreso de los Diputados ha rechazado en fechas pasadas una proposición de ley promovida desde los grupos parlamentarios de la izquierda que pretendía prohibir la técnica del fracking, a la vez que algunas normas estatales sí empiezan a considerar las precauciones asociadas a esta técnica, y la reciente ley de evaluación ambiental, de finales del pasado año 2013, la contempla como un supuesto para analizar.
Los riesgos asociados a esta técnica se han ido conociendo gracias a los colectivos más sensibilizados frente a este tipo de proyectos, que aportan informes técnicos, incluidos algunos de la Comisión Europea, en los que se advierte de los mismos y ponen como ejemplo episodios reales de contaminación irreversible en algunos lugares donde se ha puesto en marcha, frente a las prisas y la opacidad informativa de los promotores, que solo aportan mensajes propagandísticos en su favor.
Esta brutal técnica consiste en perforar cientos de pozos, ocupando amplias áreas, en los que se inyectan millones de litros de agua cargados con una mezcla de productos tóxicos para extraer el gas, generando contaminación de las aguas subterráneas e incrementando el riesgo de terremotos, como principales efectos.
La respuesta social a las iniciativas de las empresas promotoras ha cobrado fuerza, habiéndose constituido infinidad de plataformas y grupos de oposición, agrupados en un movimiento antifracking de carácter internacional. Estos colectivos, de naturaleza muy variada (asociaciones de vecinos, de empresarios, de jóvenes, de mayores, grupos ecologistas, etc., así como particulares de todo tipo), ven en el fracking un peligro para el desarrollo sostenible de sus municipios, considerándolo incompatible con la agricultura y la ganadería tradicional, la pequeña industria local o las iniciativas turísticas basadas en la Naturaleza. Las comunidades locales donde se proyectan los permisos de investigación previos a la explotación se han organizado y puesto en pie de lucha: se han organizado sesiones y jornadas informativas, debates públicos, tractoradas y manifestaciones, y proliferan las webs y los blogs en los que se informa y se coordinan acciones de protesta, habiéndose extendido por todos los pueblos un sentimiento mayoritario de oposición a estos proyectos. El fracking es tema de conversación habitual en bares y hogares, y cualquier carretera y muchos rincones en los pueblos recogen alguna pintada de oposición.
Este movimiento en contra del fracking se ha fortalecido en las últimas semanas en la comarca de Las Merindades (Burgos), una de las que resulta más afectada, con la agrupación de los sindicatos agrarios burgaleses, COAG, UPA, ASAJA y UCCL en la adhesión a un manifiesto firmado por 150 asociaciones del norte de Burgos en el que se rechaza el fracking y se advierte de las consecuencias irreversibles para sectores cruciales en la economía local, como la agricultura y la ganadería. Muchos ayuntamientos, la mayoría de los de Las Merindades, también han mostrado desde hace años su preocupación y reparo ante posibles proyectos en sus municipios, habiendo aprobado acuerdos en los que se manifiesta el rechazo al fracking; el último de estos ayuntamientos ha sido el de Villarcayo, reticente anteriormente a mostrar su oposición antifracking.
La tensión social y el sentimiento de rechazo se han incrementado con algunos hechos, como el que se dio a conocer hace unas semanas cuando salía a la luz que la principal compañía promotora había dirigido una carta a una ganadera propietaria de terrenos con la amenaza de expropiación forzosa de los terrenos si no aceptaba vendérselos, amenaza que la compañía ha retirado tras la denuncia pública de los hechos.
Frente a estos proyectos y la inhibición de las administraciones supramunicipales, que ante el aparente desconocimiento de las repercusiones del fracking, prefieren dejar hacer a los promotores e ir facilitándoles la tramitación de sus proyectos de investigación, la población local, con las organizaciones agrarias a la cabeza, se encuentra unida y reclama una verdadera política de desarrollo rural basada en el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales y la mejora de los servicios sociales. Las comunidades locales, con el apoyo de muchas entidades y personas de otras zonas, están formando un movimiento en contra más que justificado y contundente, y tienen claro que el fracking no es el camino para mejorar su calidad de vida, sino una técnica turbia y de consecuencias impredecibles que tras un posible beneficio socioeconómico inicial, seguro para las compañías, acarreará las consecuencias por tiempo indefinido de un profundo deterioro ambiental, especialmente de los recursos hídricos locales y del paisaje.
Una de las muchas iniciativas en contra de la fractura hidráulica es la 4ª Ecomarcha en bicicleta organizada por Ecologistas en Acción, del 11 al 27 de julio de 2014, entre Palencia y Donostia, recorriendo los paisajes amenazados por el fracking.