Llevábamos ya unos años aproximándonos a los comunales, escuchándolos y aprendiendo de ellos como sistemas tradicionales de gobernanza de las comunidades locales con enorme potencial para la conservación a largo plazo del territorio y sus recursos asociados y para la supervivencia de la comunidad. Apoyándoles en sus necesidades y demandas para sobrevivir, actualizarse, mejorar, conseguir reconocimiento y puesta en valor, vincularse con el procomún menos rural pero tan desarrollado que se da en otros contextos… 

Y nos surgió la gran pregunta… ¿por qué cuando interactuamos con representantes de estos sistemas sucede que hay muchísimos más hombres que mujeres?, ¿es que no hay comuneras?

Para considerar que un sistema de gobernanza es ejemplar, estimamos que debe contar con los mecanismos para que en los espacios de representación y toma de decisiones participe toda la comunidad, y la ausencia de mujeres nos supone un indicador de que algo está sucediendo, como mínimo que algunas voces y miradas igual faltan en estos espacios. 

Así, hicimos las maletas y empezamos a recorrer diferentes territorios para poder aproximarnos a la percepción de doce comuneras de Teruel, Navarra, A Coruña, Pontevedra y Tenerife, que gestionan los usos comunales de recursos como el marisco, pastos, leña, monte, agua, cultivos, huertas… La mayoría de ellas protagonizan la gestión del comunal en contextos bastante masculinizados. Algunas expresan haber necesitado mucho más esfuerzo que ellos para ganar autoridad, bien siendo tajantes con su asertividad y límites —«yo así no sigo manteniendo comunicación»— bien haciendo gala de sus habilidades comunitarias —«buscando que estemos a gusto, que todo el mundo sepa y conozca…»—, pero siempre con más obstáculos.

Procuramos recoger todas estas percepciones en el cuaderno “Género, gobernanza y comunales a través de la mirada de las mujeres”. Ellas nos acercaron a una realidad bastante más compleja de lo esperado en relación al estado actual de los comunales y sus necesidades, así como a las dificultades de las mujeres para identificarse como “comuneras” y de tener un espacio para participar activamente en la gestión, aprovechamiento y toma de decisiones. 

«Me parece una base más allá de quién lo necesita o quién… Lo necesita el territorio, yo igual no lo necesito particularmente. ¿Entiendes? Pero lo necesita el territorio, porque es que si no, nos morimos, es que esto se va a la mierda, y no puede ser».

Inspiradas por estas mujeres y ante la urgencia expresada por mejorar y actualizar nuestros comunales para protegerlos y conservarlos, así como por la necesidad de generar espacios de apoyo mutuo que permitieran por un lado reforzar a las compañeras que estaban asumiendo las riendas y por otro identificarse y tomarlas a otras, empezamos a realizar encuentros presenciales anuales. 

El primero fue en Madrid, donde las comuneras del barrio de Lavapiés nos acogieron maravillosamente y pudimos ver el vínculo entre experiencias rurales y urbanas, además de compartir mirada y necesidades, y empezar a tramar una red de apoyo mutuo. 

El segundo y el tercero han transcurrido en Teruel y Llanes, respectivamente, y gracias a ellos no sólo se han sumado más mujeres, sino que hemos ido dando forma a la red Somos Comuneras, generando herramientas divulgativas y espacios virtuales de encuentro y aprendizaje, buscando recursos para apoyar a compañeras, y generando vínculos con mujeres de otros territorios europeos con sistemas y situaciones similares de las que esperamos aprender… 

Este Abril esperamos que sean muchas más mujeres las que se identifiquen y aproximen a la red, porque se reconozcan en su papel de comuneras y quieran reforzar su participación con ideas y apoyos de otras compañeras, porque quieran empezar a implicarse en los comunales, porque quieran ayudar a otras a que lo hagan… porque la vida no espera, porque en lo común estarán las claves, y sin mujeres, no hay comunales.