Inquieta a veces contemplar el tropel de variables que influyen en un proceso de participación y que pueden hacer que la más rigurosa investigación previa, el mejor de los diseños o la más noble de las intenciones acaben pisoteadas por unos resultados dudosos o un discurrir que sorprende por convertirse en un campo minado en vez de uno de rosas.
En estas líneas vamos a detenernos en una de esas variables especialmente compleja y que tiene a su vez varias aristas, varias dimensiones desde la que contemplarla: se trata del tiempo. Un clásico, sí, en la planificación y en el pensamiento de la participación social.
Más o menos tiempo
A menudo contemplamos los procesos de participación como delicados equilibrios entre esa supuesta lentitud que se achaca a los procesos sociales y la también aparente urgencia que precisan los procesos de planificación para ser resueltos cuanto antes. Además de lo tópico de estas dos verdades que en realidad sabemos que no son tales, el “problema del tiempo” se hace más evidente en el caso de la planificación territorial y hace chirriar a menudo a las estrategias que utilizamos para movilizar a las comunidades en un reto que queremos hacer común y que muy a menudo, para que verdaderamente lo sea, precisa de grandes dosis de paciencia, de pedagogía…. y también de tiempo.
Pero no solo en esta dimensión el tiempo influye en los procesos de participación. Vamos a asomarnos otra.
Del presente hacia el futuro ¿seguro?
Los procesos de participación miran al futuro. De hecho lo que pretenden es delinearlo, planificarlo. Y aquí viene el segundo de los retos que tenemos al poner en marcha este tipo de procesos. ¿Tenemos tiempo para resolver ese futuro?
Parecerá una pregunta filosófica –lo es- pero no es baladí preocuparse por ella por las sombras que puede proyectar sobre el proceso de participación. Y para arrojar luz a estas sombras, vamos a enfrentar a dos pensadores que tienen poco que ver en sus procedencias ideológicas y que han dibujado, y muy bien, los dos extremos de este ‘futuro impedido’ sobre el que navega la participación social.
Daniel Innerarity en su bien recomendable El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza política, apunta a la mala relación con el futuro, como una de las claves para entender el estado de crisis sistémica en el que se haya la humanidad; para él, la planificación del futuro, el tratamiento de las agendas públicas de esos tiempos por venir en las agendas actuales, es un imperativo que las sociedades deben autoimponerse para asegurar su pervivencia; y aquí es donde la planificación participada en la que trabajamos se inserta en pleno sentido: no nos juntamos solo para discutir el sexo de los ángeles o para fortalecer el aprendizaje social –que también-: nos juntamos para pensar y proponer un futuro deseable, y hacerlo de forma compartida, que es la manera más segura que tenemos para hacer ese futuro además de deseable, posible y sostenible.
Pero miremos el otro lado de esta ecuación que mira al futuro: ocuparse del futuro, sería desde una mirada libertaria, dejar de lado el presente:‘Olvidarse del vivir para ocuparse del futuro’ dice el también filósofo (y poeta y pensador y traductor… ) Agustín García Calvo quien observa perversa esa inquietud de planificar, de organizar y de prever lo por venir. Una manera –afirma- que tiene el Poder de crear un trampantojo en el que la gente nos entretenemos para olvidarnos de la esencia de la vida hoy, que es por definición impredecible, infinita, etc.. En definitiva, preocuparnos por el futuro sería una manera de olvidarnos de nuestro presente y dejar que sean otros quienes decidan en él.
Qué difícil, optar por uno o por otro ¿no? O el presente o el futuro; es quizá la misma disyuntiva en la que nos encontramos entre la urgencia de respuestas rápidas a la crisis ambiental (el hoy) y la necesidad de tiempo para construirlas colectivamente (el mañana). Un sugerente compromiso en el que diariamente tenemos, también, que bregar y al que haríamos mal en no prestar la debida atención. Porque si es importante dedicarle tiempo a planificar el futuro para hacerlo más vivible a quienes van a sufrirlo, también lo es ocuparse, y hacerlo colectivamente, de hacer nuestro presente algo más grato; quizá sean éstas, reflexiones que tenemos que hacer colectivamente y procurar darles respuesta en el mismo proceso participativo.
Santiago Campos Fernández de Piérola _ Fundación Entretantos